La tarea de ser madre es un camino lleno de alegrías, emociones e incertezas. Para convertirnos en una buena madre hay una pregunta que debemos formularnos constantemente: ¿qué tipo de madre quiero ser?
Todas las madres queremos ser la mejor madre del mundo y todas lo hacemos lo mejor que sabemos, pero no sólo con la intención se consiguen resultados. Nuestra genética nos prepara para esta maravillosa tarea y debemos acompañar a la genética con conocimiento y aprendizaje.
Después de tratar con muchas madres he aprendido que hay una serie de errores en los que caemos muchas y que debemos aprender a erradicar para tener unos hijos emocionalmente más sanos . Así que ahí van las pautas:
- La primera cosa que debemos hacer es sacarnos el sentimiento de culpabilidad. Es un sentimiento casi diría que intrínseco de todas las madres, todas pensamos que podríamos hacerlo mejor, que podríamos tener más paciencia y un sinfín de «podríamos» que lo único que hacen es hacernos sentir mal con nosotras mismas. Es una creencia bastante ancestral y que proviene de muy lejos, así que no será tarea fácil.
Sí puedo afirmar que cuando lo conseguimos los beneficios son enormes tanto para nosotras como para el resto de la familia. Así que empecemos por no compararnos con otras madres, no nos juzguemos y permitámonos cometer errores ya que de ellos aprendemos.
- La tarea de una madre es cuidar, enseñar y proteger a sus hijos pero eso no quiere decir que nos volvamos fiscales de su vida, ni que les arreglemos todos los conflictos que van apareciendo. Debemos dejar que caigan y cometan errores ya que cuánto más aprenden los niños es experimentando por sí mismos y extrayendo sus propias conclusiones. Debemos enseñarles a que resuelvan sus propios conflictos y a su manera. Si mamá lo arregla todo, estos niños no se harán adultos nunca y es posible que los hagamos más inseguros.
- Olvidemos los chantajes emocionales, estos deben reprimirse! Cuántas veces hemos oído o incluso dicho: «si no haces esto es que no me quieres», «haz esto por mí»… todo este tipo de frases que nos salen de manera automática deberían desaparecer, nuestros hijos tienen que hacer las cosas para sí mismos y las razones son obvias, buscan su propio beneficio. Lo deben aprender a una temprana edad, de esta manera conseguiremos que sean más independientes y autónomos.
¡NUESTROS HIJOS NO SE DEBEN SENTIR EN DEUDA CON NOSOTROS!
- Dejar a los padres que tengan su espacio en la educación de nuestros hijos. Veo a muchas madres que se quejan de la poca implicación de los padres en la educación de los hijos y resulta que algunas de ellas no les permiten; cada vez que toman alguna iniciativa, la torpedean. Opinan que ellas lo hacen mejor. Ellos también deben aprender y la única manera es haciendo. La visión de papá puede ser diferente a la nuestra y para mí ¡esa es la riqueza! Tener diferentes perspectivas y diferentes maneras de hacer no debería ser un problema (siempre atendiendo que estamos en unos parámetros dentro de la normalidad), es una ventaja. Nuestros hijos ganaran en flexibilidad y en prospectiva.
- Las alabanzas, los premios, las felicitaciones y los regalos pueden reforzar la autoestima de nuestros hijos pero debemos calcular muy bien las dosis que usamos, dado que es igual de contraproducente usarlas en exceso como en escasez. Nuestros hijos deben recibir nuestro feedback constantemente, pero las alabanzas y los premios tienen que venir detrás de un esfuerzo, de conseguir un resultado trabajado, de haber actuado con constancia por conseguir algo…
- Usar frases positivas, enriquecedoras y que pretendan un mejor aprendizaje. Hay que saber la importancia que tienen las palabras ya que estas son las que crean los pensamientos y éstos crean, modifican y condicionan nuestras emociones. Así que no empecemos las frases con un NO. Ejemplos: «no chilles» podemos usar «baja el volumen por favor». «No corras» podemos decir » puedes ir un poco más despacio», debemos ser conscientes de todos los NO que usamos con nuestros hijos e intentar cambiar los que sean factibles.
Todas las madres queremos a nuestros hijos pero nuestra forma de querer es la que más los puede ayudar a ser esos adultos en los que soñamos que se conviertan.