Si las personas que reciben tienen buenas intenciones, cubrirán también las necesidades ajenas y se compensarán las acciones de mutua estima, reciprocidad se llama. Aunque también podemos encontrar los que sí tienen «malas» intenciones (pueden ser conscientes , inconscientes, ignorantes, inocentes…), la cuestión es que no nos corresponderán de la manera precisada.
Cada uno de nosotros debemos apoderarnos de nuestras propias necesidades y cubrirlas de la mejor manera posible.
Cuando nos sentimos coaccionados a servir el sustento emocional de otros, lo más probable es que acabemos con nuestras reservas energéticas, podemos llegar incluso a sentir antipatía por esa persona que nos vacía y en el peor de los casos, decidiremos huir de esa situación que con mucha probabilidad nos ahoga!
Desde este trampolín, llegaremos de manera consciente a cubrir nuestras necesidades y sólo desde ahí podremos empezar a andar hacia las necesidades de los otros. Por satisfacción y/o compasión y/o cualquier otra emoción positiva que se nos antoje. Dejando que nuestra mente emocional no domine a nuestra mente racional y por tanto a nuestras palabras.
Apartémonos de la obligación, el miedo, la culpabilidad, la vergüenza, la tradición y tengamos relaciones más sanas, directas e inteligentes.