
En este siglo nuestro, hay mucha información de cómo educar a nuestros hijos. Pero a veces tanta información nos hace perder en un mar de dudas, en este artículo recojo diferentes estrategias. A mi entender debemos combinarlas todas, dependiendo de la edad de nuestros hijos primaran unas o otras, dependiendo del objetivo que estemos buscando, de si es una meta a corto o largo plazo. El sentido común, observar los efectos, autoevaluarnos como padres y buscar nuevas maneras de llevarlas a cabo es nuestra obligación.
1.Alternar refuerzos positivos y negativos:
En las edades más tempranas éste es uno de los recursos más utilizados. Se premian las conductas positivas y se castigan las negativas. Es un buen recurso aunque hay que saber en qué momento utilizarlo y de qué manera. Tanto el premio como el castigo tienen que ser al momento de la acción de nuestro hijo y no prometer, amenazar y postergarlo. Los premios no tienen que ser materiales, pueden ser elogios, reconocimientos, privilegios… y también debemos saber que el castigo sirve para evitar conductas negativas pero nunca se generaran las positivas que tanto ansiamos sin una reflexión posterior. Hay que buscar que nuestro hijo entienda dónde se equivoca y busque la conducta positiva que le va a generar bienestar. Cuando aprenda a cambiarla nos escatimemos en halagos. Para nadie es fácil cambiar una conducta o un comportamiento.
2.Ejemplificar
No me cansaré de repetir que muchas de las cosas que aprenden nuestros hijos son por imitación, este proceso lo producen las neuronas espejo. Así que observemos qué modelo ofrecemos a nuestros hijos ya que posteriormente lo veremos repetido. Así que utilicemos estas neuronas a nuestro favor, nos presentamos como modelos, damos instrucciones y dirigimos las actividades. Posteriormente vigilamos y valoramos su ejecución, corregimos si no la hacen correctamente y animamos a que sigan intentándolo, finalmente elogiamos el éxito.
3.Autocontrol
A menudo no somos conscientes de las palabras que dirigimos a nuestros hijos y debo recalcar el gran poder que tienen. Si a nuestro hijo le decimos constantemente que «es un vago», lo va a tatuar en su memoria y va crear una creencia sobre sí mismo que posiblemente lo va a acompañar toda su vida. Como profesional detecto numerosas creencias de este tipo y son de lo más difíciles de cambiar. Estas ideas, pensamientos y creencias que activamos con las palabras influirán en un alto grado en el comportamiento de nuestros hijos.
Las emociones y los sentimientos también despiertan o adormecen deseos de actuar, así que también trabajemos el autocontrol por aquí. Mantener un ambiente estimulante, positivo y alegre es un gran recurso educativo, no hay mayor motivador que los sentimientos y las emociones positivas.
4.Razonamiento
Este recurso por sí sólo no funciona, como he dicho antes todos deben estar presentes y se refuerzan los unos a los otros. En la educación también se tiene que utilizar la razón para persuadir a nuestros hijos, argumentarles y convencerles que lo que les estamos intentando enseñar les llevará a un beneficio aunque de momento no lo perciban. Los niños aceptan mejor las normas si están justificadas y argumentadas. Hay que dotar de sentido las normas que les marcamos.
5.Entrenamiento por repetición
Nuestro cerebro adquiere hábitos, automatiza procesos, mejora en comportamientos y adquiere la perfección a través de la repetición. Muchas actividades después de mucha repetición se consiguen hacer de manera inconsciente y su ejecución es fantástica ( observemos por ejemplo cuando empezamos a conducir, todo era consciencia, nervios y errores… con la práctica conseguimos la excelencia que nuestra capacidad sea capaz de conseguir).
Así que busquemos la formación de rituales y repitamos hasta que quede interiorizado, rituales para irse a dormir, rituales para estudiar de la mejor manera…
Espero sea de utilidad a todos los padres que cada día aprenden a ser maestros de sus hijos.